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Comparte una mirada, un toque, un ronroneo: Fukushima no vive solo en tu pantalla, vive en tus conversaciones. Quédate con amigos en grupo viendo cómo sigue tu dedo, cómo persigue la pluma invisible… y cómo todos ríen cuando lo alimentas con anuncios. Tu fondo se convierte en historia compartida, en meme en vivo, en broma recurrente que viaja del grupo de WhatsApp al Instagram Stories. No es un gato. Es un imán de momentos.
